Durante los últimos años mi vida profesional pasó por el relevamiento de decenas de publicaciones periódicas de fines del siglo XIX e inicios del XX. Acicateada por esta experiencia y por muchas lecturas sobre la representación del cuerpo en el siglo XIX (Nochlin, Berger), ignoraba hasta qué punto nuestras ideas y prácticas sobre la belleza femenina tienen una fecha de nacimiento mucho más clara en las décadas de 1920 y 1930. En efecto, son relativamente pocas las normas de belleza de ese período que parecen perimidas, peligrosas o simplemente absurdas.
Iré poniendo en orden estas ideas. Por el momento, me maravillo de la vasta aceptación que encuentra todo este aparato de control.