Conformarse

Entusiasmada por las discusiones del foro online de CAA sobre la enseñanza de la historia del arte, quiero reflexionar un poco sobre mi experiencia en los estudios de género, que son después de todo el único tema del que me siento medianamente capacitada para hablar.

Entre 2012 y 2014 dicté anualmente, junto a una colega, seminarios de grado sobre la crítica feminista a la historia del arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Cada año contamos con la entusiasta participación de un nutrido grupo de estudiantes, no sólo de Artes sino también de otras carreras (Letras, Antropología e Historia). En casi todos los casos, pero especialmente de forma notable en las estudiantes de Artes, existía un deseo no satisfecho por el curriculum de las carreras: la exploración de la noción de “género” como herramienta de análisis crítico de la cultura. Año tras año las estudiantes me contaban, en nuestra primera clase, que en la carrera se estudiaba a Frida Kahlo, a Tarsila do Amaral y que en Plástica IV habían visto una obra de Artemisia Gentileschi. Adicionalmente, las estudiantes suspiraban por la clase (única) dedicada al tema en Historiografía, un recuerdo que atesoraban.

Fue un sacerdocio gustoso, donde mi trabajo era apreciado, pero a la vez, simplemente devaluado por las condiciones generales en las que se insertaba. El sitio al que podía aspirar dentro de la formación global de las estudiantes era nulo.

Nicolas de Largillière, Elizabeth Throckmorton, 1729.

Esta realidad, que sin dudas cambiará de la mano de las enormes figuras intelectuales que tiene la Universidad de Buenos Aires, me hace pensar en cuán afortunada soy de haber hallado en una universidad (muy poco proclive a ser vista como progresista por diversos círculos “intelectuales”) un espacio de enseñanza y reflexión sobre los cruces entre estudios de género y las artes visuales.

(Sin ir más lejos: ayer estaba charlando con una persona a quien acababa de conocer, antropóloga, egresada de la Universidad de Buenos Aires. Mencioné que tenía que dar clases al día siguiente. La persona me preguntó si daba clases en la Universidad de Buenos Aires. Cuando dije que no y comenté que doy clases en la Universidad de San Andrés, lanzó una especie de risita despectiva y me dijo que a veces había que conformarse. En fin. Me “conformo” con ser parte de una materia de grado dedicada íntegramente a los estudios de género.)

 

 

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