Hace algunos años, cuando un colega me convocó para escribir sobre Alma, Silueta en Fuego de la enorme Ana Mendieta, una persona me advirtió que el arte contemporáneo estaba fuera de mi competencia, pues yo me dedicaba (y me dedico) al arte de fines del siglo XIX y del temprano siglo XX. Hace algunos meses, cuando me pidieron una reseña de una muestra de arte contemporáneo para Estudios Curatoriales, esa censura me volvió a pesar.
Lynda Benglis, publicidad en Artforum, 1974.
Pero la docencia ya ocupaba un lugar creciente en mi vida y con ella ha venido un renovado sentido de confianza en mí. Porque enseñar es siempre aprender, sin dudas y sin exageraciones.
(No estoy abogando por la “libre enseñanza”… Me gusta que la gente que da clases sea experta en algo, pero tampoco creo que los micro-temas de especialización sean el material más valioso de transmisión. Pienso en esto mientras preparo la nueva versión del curso de género.)